La montaña sagrada

(Colaboración)


Juan Miguel Ramos


No es que la fe mueva montañas, es que la montaña es la misma esencia de la fe. En un apartado rincón del suroeste de la meseta tibetana, unos pocos kilómetros al norte de la India y de la gran cadena del Himalaya, en un lugar inhóspito, remoto y de difícil acceso, en una arruga de la corteza terrestre se alza una montaña especial. En la región de las cumbres más altas del planeta, no destaca por su altitud (sólo 6.638 m (*)). Pero la historia del Kailas no es de este mundo. Pertenece a ese puñado de montañas a las que los humanos, temerosos, intimidados, han asignado a lo largo de la Historia propiedades singulares, extraordinarias, sagradas, transcendentes.

El Kailas despunta incluso entre este selecto grupo. El ya fallecido secretario general de la Sociedad budista británica, John Snelling, lo plasma en unas imaginativas líneas:

"Si un emprendedor cartógrafo quisiera dibujar un mapa religioso de Asia, muchas de las delgadas líneas rojas simbolizando las principales rutas de los peregrinos aparecerían concentradas en un remoto y notable lugar del oeste del Tibet. (…) Durante más de dos milenios los fieles realizaron el difícil viaje a dicho lugar desde todos los territorios de la India, desde los reinos himalayos del Sikkim, Bhutan, Nepal, Ladakh y Cachemira, desde todos los rincones del prohibido Tibet, desde el lejano y misterioso interior de Asia Central y, quizá, incluso desde más lejos"1

El Kailas (o Kailash) es una montaña altiva, esbelta, de líneas puras e inusualmente regulares, ceñida por un casquete nevado y coronada con una cima clara y despejada. Domina el paisaje circundante con rotundidad, atrayendo y cautivando todas las miradas. Pero por encima de todo ello (o quizá por todo ello) constituye una montaña sagrada para cuatro grandes religiones asiáticas: el hinduismo, el budismo, el jainismo y la religión existente en el Tibet antes de la llegada del budismo, la religión Bon. Por número de seguidores se aproximan bastante a un 20% de la humanidad2.  Una montaña sagrada para un 20% de los habitantes del mundo.

Figura 1 - Ubicación del Kailash en el mapa de Asia Central
Fuente: Wikipedia

Pero el atractivo espiritual del sitio se ha extendido más allá de los confines de Asia, traspasando fronteras religiosas y nacionales, particularmente en Occidente. Escuchemos al viajero budista occidental Lama Anagarika Govinda: "Hay montañas que son simplemente montañas y hay otras con personalidad.  La personalidad de una montaña es algo más que una forma extraña que la hace diferente de las otras. (…) La personalidad consiste en el poder de influencia sobre los demás. (…) Cuando estas cualidades se presentan en una montaña, (…) la reconocemos como una montaña sagrada. (…) Así resulta que, por encima de todas las montañas sagradas del mundo, la fama del Kailas se ha extendido inspirando a los seres humanos desde tiempos inmemoriales.  No hay otra montaña comparable al Kailas…"3.

Para los fieles hinduistas, el Kailas es la morada de Shiva (una de las divinidades de la conocida como trinidad hindú. Las otras dos son Brahma y Vishnu) y su consorte Parvati.  Los adeptos al budismo creen que la montaña es el hogar de la deidad tántrica Demchog (asociada a la “suprema felicidad”) y su consorte Dorje Phangmo.  El recuerdo del famoso asceta, yogui y poeta tibetano Milarepa (1052-1135) está muy presente en la región del Kailas en la que pasó tiempo meditando y en la que derrotó al principal representante de la religión dominante en aquel tiempo, la Bon, en un famoso torneo que liberó la montaña para el budismo.

Figura 2 – La cara sur del Kailas desde la llanura de Barkha
Foto: Sebastián Álvaro

Una interesante especulación es la posible relación del Kailas con el mítico monte Meru, la montaña cósmica situada en el centro del universo y que representa el eje del mundo (axis mundi) en las tradiciones hindú, budista y jainista. El monte Meru es de una altura prácticamente inabordable y a lo largo de su eje vertical conecta los diferentes niveles celestiales con los diversos inframundos. Además, se le considera la fuente de todas las aguas proveedoras de vida del mundo4.

El Kailas es un pico inescalable, al menos mientras los alpinistas respeten los sentimientos religiosos de tantos millones de seres humanos, cosa que hasta el momento han cumplido: ni siquiera se conocen intentos de ascensión.

Además, la montaña no está sola. Junto al pico sagrado existen dos grandes lagos. Uno de ellos, el Manasarovar (4.582m de altitud), de agua dulce (hay muchos lagos de agua salada en la meseta del Tibet), es también sagrado. Para los hindúes fue creado por un esfuerzo mental de Brahma (el miembro creador de la trinidad hindú). El lago “es el más santo, el más fascinante, el más inspirador, el más famoso de todos los lagos del mundo y el más antiguo que la civilización conoce. (…) Es majestuosamente calmo y digno como una esmeralda verde-azulada o una turquesa pura”. Así lo describe el gran explorador y viajero místico indio Swami Pranavananda que en los años 30 y 40 del siglo XX recorrió e investigó exhaustivamente la región5. La veneración por el lago sigue firme a pesar del paso de los siglos, como lo demuestra el hecho de que una parte de las cenizas de Mahatma Gandhi fueron esparcidas en el lago tras su muerte en 1948. La otra masa de agua, Rakas Tal, es, por contraposición, el lago maldito y un lugar frecuentado por demonios.

Figura 3 - Los lagos y la montaña
Fotografía de Google Earth. Fuente: www.rediff.com


En un extenso y bien documentado estudio, el tibetólogo Alex McKay revisa las grandes epopeyas indias (Mahabharata y Ramayana, escritas dos-tres siglos antes del comienzo de la era cristiana) así como otros textos antiguos indios y sostiene que, aunque la montaña y el lago, juntos o por separado, son citados en dicha literatura, no parece posible concluir que el Kailas y/o el Manasarovar tuvieran en aquellos tiempos una preeminencia clara sobre otros centros espirituales de la India y el Himalaya y que el carácter sagrado universal que hoy en día tiene el conjunto fue adquirido con posterioridad6. Además, resulta difícil asignar un entorno físico concreto a las menciones a la montaña/lago ya que, desde el punto de vista geográfico, son vagas e imprecisas7.

Figura 4 - Los templos (gompa) alrededor de los lagos
Fuente: www.tour-tibet.com

Pero hay otras singularidades que rodean al Kailas. Por una coincidencia hidrográfica inusual, en la zona (en un radio de unos 90-100 km alrededor de la montaña) nacen cuatro grandes ríos del sur de Asia: el Indo (al norte de la montaña), el Sutlej (poderoso afluente del primero, nace al oeste), el Karnali (afluente del sagrado Ganges, nace al sur) y el Brahmaputra (llamado en el Tibet Yarlung Tsangpo, nace al este). Ríos que riegan todo el norte de la gran llanura indostánica. Aunque sus cursos les conducen a grandes distancias unos de otros, todos ellos nacen en las cercanías del conjunto montaña + lago.  Esta coincidencia es llamativa “(…) especialmente en el caso del Indo y el Brahmaputra que, como dos brazos gigantescos, emergiendo de la región Kailas-Manasarovar abrazan la totalidad del Himalaya y todo el subcontinente indio desembocando el Indo en el Mar Arábigo por el Oeste y el Brahmaputra en el Golfo de Bengala por el Este8.

Hoy en día es tentador imaginar que, de la asociación territorial del Kailas-Manasarovar con las fuentes del agua que da la vida, surgió en los pobladores de las llanuras regadas por los ríos el carácter mítico de la montaña y el lago que ha llegado hasta nuestros días. En el estudio anteriormente citado, McKay escribe: “Podemos concluir que las tradiciones china, tibetana e india conservan numerosas versiones de un mito básico; una montaña central mundial (habitualmente con un lago asociado) que es la fuente de los grandes ríos de la civilización”. Pero esa referencia sagrada no puede plasmarse necesariamente en una geografía física concreta; no se trata tanto de referirse a un lugar existente científicamente si no de un “marco conceptual general”. Algo más adelante sugiere que “parece que la primera referencia al cuarteto Indo-Brahmaputra-Sutlej-Karnali como los cuatro ríos del Kailas pueda haber ocurrido en fuentes modernas9.

Figura 5 - La cara sur de la montaña sagrada. El Rakas Tal en primer término
Foto: José Bacelar

Por otro lado, en términos geológicos, el Kailas no pertenece al Himalaya si no a la cordillera Gangdise, que se extiende a lo largo de unos 800 km, más o menos paralela al Himalaya por el norte, es decir en territorio tibetano propiamente dicho. A pesar de su tamaño, longitud y majestuosidad por albergar las cumbres más altas del planeta, el Himalaya no es una divisoria de aguas, es decir, ríos que nacen al norte del Himalaya cruzan la gran barrera montañosa y van a desaguar en el sur, en el Golfo de Bengala y en el Mar Arábigo. La cordillera Gangdise, junto a otras cadenas montañosas más al este, configura el sistema llamado Transhimalaya y sería este último conjunto de montañas el que actuaría como divisoria de aguas en esta zona de Asia Central. El nombre Transhimalaya está muy ligado al gran explorador sueco Sven Hedin quien, en los albores del siglo XX, recorrió, midió y cartografió durante dos años los collados y picos de la cordillera Gangdise y lo reflejó en su obra Transhimalaya de tres volúmenes publicada en Londres entre 1909 y 191310.


La khora

El propósito de cualquier peregrino al monte Kailas es realizar la circunvalación (parikrama en hindi, khora en tibetano) de la base de la montaña sagrada con el fin de obtener mérito para la vida actual y las reencarnaciones futuras. La circunvalación es una práctica esencial en el hinduismo y en el budismo. La tradición de la circunvalación del Kailas fue establecida en el siglo XIII por el monje Gyalwa Gotsangpa que delimitó también su ruta11. El comienzo de la misma es habitualmente en Darchen (alrededor de 4.670 m de altitud), pequeña población situada al sur del pico. El sentido del giro es siempre el de las agujas del reloj excepto los adeptos a la religión Bon que lo realizan en sentido contrario. La ruta tiene alrededor de 52 km de largo y es posible realizarla en 3 días. La altitud media del camino está por encima de los 4.800 m. El punto culminante de la khora, física y espiritualmente, lo constituye el Dolma La, un collado (La es collado en tibetano) a 5.660 m que se cruza en el segundo día de peregrinación, nombrado en honor de Dolma (la deidad Tara en sánscrito). Los tibetanos están acostumbrados a lo largo de generaciones a las altitudes de la meseta tibetana y algunos locales realizan la khora en un solo día.

Figura 6 - Recorrido de la khora alrededor del Kailas
Fuente: www.tour-tibet.com

Todo el camino está lleno de simbolismo, significado ritual y signos auspiciosos. Huellas dejadas por Buda y otros grandes santos, cuevas donde vivieron y meditaron famosos yoguis e innumerables pilas de piedras para que los peregrinos añadan la suya12. La montaña no es visible a lo largo de la mayor parte de la ruta, tapada por estribaciones menores, todas ellas con connotaciones religiosas. Existen cuatro puntos en los que el pico sagrado se deja ver que son lugares especiales de oración y postración. Además, existen tres monasterios (gompa) en la ruta, situados aproximadamente en los puntos cardinales (más otro gompa en Darchen al sur) para cuidar a los peregrinos. Gentes de todas las zonas y rincones del Himalaya, del Tibet, del Nepal, de las áreas de influencia tibetana (Ladakh, Bhutan, Sikkim), de la India (con las limitaciones que las relaciones chino-indias imponen en cada momento, dado que la región se encuentra administrativamente en China) se entremezclan en un constante fluir de fe que se remonta muchas generaciones atrás. Existe un tipo de peregrinos que recorren todo el camino realizando postraciones y miden la ruta con su cuerpo. Con este agotador método, el tiempo invertido en la khora suele ser de 15 a 25 días pero el mérito adquirido es mucho mayor. (La postración es una antigua práctica religiosa tibetana en la que los peregrinos se arrojan al suelo cuán largos son, tocan el suelo con su frente, extienden sus brazos hacia adelante, se incorporan, avanzan unos pasos hasta donde habían llegado con sus brazos extendidos y vuelven a empezar arrojándose nuevamente al suelo).

Los peregrinos también pueden realizar la khora alrededor del lago Manasarovar. En este caso son aproximadamente 105 km y los caminantes invierten unos 4 días. Alrededor del lago hay 8 monasterios y varios lugares con cuevas que fueron hogar para eremitas, meditando en uno de los confines más sagrados del mundo. El terreno alrededor del lago es más llano que en la circunvalación al Kailas, en zonas pantanoso y en otras rocoso o arenoso13.


Hacia el trono de los dioses

El Kailas entró en mi vida de manera fortuita. Aficionado en mi juventud a los libros de montañismo y, en particular, a los relatos de la conquista de las cumbres de más de 8.000 m. de nuestro planeta, encontré en una librería de viejo un volumen titulado Hacia el trono de los dioses. Pensé que con ese sugerente título no podría tratarse más que del más alto de todos los montes, el Everest. Pero no era así y abandoné decepcionado el libro en un rincón. Cuando finalmente lo rescaté varios años después, trataba sobre una montaña en el altiplano tibetano, una cumbre sagrada a cuyos pies se extendía un lago también sagrado. El autor había arriesgado su vida para circunvalar la montaña disfrazado de peregrino14. Todo era remoto, desconocido, aventurero. Y enigmático. Al no ser escalable, el Kailas estaba fuera de los círculos montañeros que yo frecuentaba. Adicionalmente, la bota del ejército chino se había instalado en el Tibet y nada ni nadie salía de ese país. La montaña se desvaneció para mí durante varios años (además, eran tiempos pre-Internet).

Un encuentro casual en una librería londinense con otro libro (benditos libros, si no existieran habría que inventarlos) instaló a la montaña sagrada en mi actualidad de nuevo. Intenté visitarla por primera vez en los años 80 del pasado siglo cuando el Tibet se reabría a los extranjeros y los interesados poníamos a prueba los límites de la permisividad china de entonces. Pero no encontré compañeros de viaje. El Kailas seguía siendo un gran desconocido.

Han transcurrido varios años desde entonces y, finalmente, aquí estoy, de camino al pico sagrado. Me encuentro subiendo lentamente por una pendiente del Himalaya. Voy solo, envuelto en niebla que no deja ver ni el comienzo ni el final de mi caminata. El oxígeno escasea, los pulmones jadean, las piernas pesan.

De pronto, entre la niebla, un montón de piedras, unas banderas de oración…. He llegado al collado, el Nara La, 4.620 m. Estoy atravesando la cadena principal del Himalaya. El Kailas está situado a unos pocos kilómetros al norte. El paso de montaña que acabo de coronar forma parte de una de las rutas de peregrinación tradicionales al pico sagrado desde el Sur, desde las tierras del Nepal.

Mientras saboreo el momento, no se sabe de dónde, con el sigilo favorecido por la niebla, surge un grupo de peregrinos nepalíes. Parecen seres intemporales, eslabones de una enorme cadena de viajeros a la montaña sagrada, representantes de generaciones de caminantes, como si siempre hubieran estado allí…. Un leve ademán de la cabeza, una sonrisa, las palabras sobran, todos conocemos nuestra aspiración: ¡llegar al Kailas! Me siento fundido en una interminable corriente de fe, ilusión y esperanza que ha transitado por estos parajes desde hace siglos. La magia dura poco y mis nuevos acompañantes desaparecen al poco en un recodo entre la niebla.


Viajeros a la región sagrada

El primer occidental que dejó rastro escrito del lago Manasarovar fue el misionero jesuita español Antonio de Montserrat (1536-1600) quien, estando basado en Goa (India), participó en 1580 en una embajada a la corte mogola que, por aquel entonces, dominaba el norte de la India. Allí se ganó la confianza del emperador mogol y viajó con él en una expedición militar a las tierras de Afganistán. Dejó escritas sus impresiones pero su manuscrito se perdió y sólo fue localizado a principios del siglo XX. Montserrat dibujó un pequeño mapa, “una pequeña joya de la cartografía”, en el que figuran varias cordilleras asiáticas y, al norte del Himalaya, un lago circular “al que los locales llaman Mansarüor Lacus15, primera referencia conocida de un occidental al lago Manasarovar.

Casi 130 años después, el primer viajero occidental del que se tiene noticia que atravesó estas latitudes y mencionó la existencia de una montaña sagrada, aunque no llegó a verla, fue el jesuita italiano Ippolito Desideri (1684-1733) quien, en 1715, junto a su compañero portugués Manuel Freyre, se dirigía a la capital tibetana Lhasa para comenzar su labor misionera. Una vez en la ciudad, Freyre regresó pronto a la India pero Desideri permaneció en Lhasa hasta 1721. Fue el primer europeo en aprender tibetano y en estudiar en profundidad la cultura tibetana. Plasmó sus conocimientos en una inmensa obra sobre la geografía, costumbres, religión, etc. que no vio la luz y estuvo desaparecida hasta finales del siglo XIX16.

Los siguientes actores occidentales en la zona fueron los británicos que tenían importantes posesiones en la India y estaban, lógicamente, muy interesados en conocer lo que acontecía en las tierras contiguas del norte, al otro lado de la gran barrera montañosa del Himalaya. El primer británico que visitó la región, en 1812, fue el veterinario de caballos William Moorcroft (1767-1825), “un hombre innovador, dotado de gran energía, de un carácter adelantado a su tiempo y cuyos ambiciosos proyectos no fueron suficientemente entendidas en su día, con la consecuencia de que su reputación cayó en un inmerecido eclipse”. Su compañero de viaje fue un joven anglo-indio Hyder Jung Hearsey. De lo que se conserva del diario de Moorcroft, se puede percibir que estuvo mucho más interesado en el lago Manasarovar y en la posibilidad de que constituyera la fuente de algunos de los grandes ríos de la región que en el monte Kailas al que menciona brevemente17.

A las dificultades naturales que oponía la orografía del Tibet se unía la animadversión de los tibetanos a las visitas de extranjeros. A pesar de ello y a lo largo del siglo XIX, un goteo de exploradores, aventureros y cazadores lograron saltar las barreras y acceder, con más o menos fortuna, al interior de la región prohibida.

Uno de los grandes exploradores de Asia Central, el sueco Sven Hedin (1865-1952), visitó la región en 1907. Llevaba en su expedición un bote plegable que botó en el lago Manasarovar para realizar sondeos del mismo. En una ocasión se desató una furiosa tempestad y pasó muy malos momentos junto con sus compañeros, antes de poder llegar a la orilla y refugiarse en Gossul Gompa, monasterio situado en la orilla oeste del lago18. Cuando unos días más tarde se acercó a Darchen, al sur de la montaña, a Hedin le prohibieron expresamente la realización de la khora del Kailas. Pero el sueco no era hombre para amilanarse fácilmente y se escabulló de sus vigilantes para realizar la circunvalación alrededor del pico sagrado, alcanzando el Dolma La montado en un yak, lo cual, según cuenta en su obra Transhimalaya, le anulaba el mérito espiritual de la peregrinación, de acuerdo con lo que le comentó un viajero del camino. Se le considera el primer occidental en realizar la khora19.

Figura 7 – El Kailas desde el sureste. En primer término, Chiu Gompa, a orillas del Manasarovar
Fuente: www.muktinathtrips.com

El acceso al Tibet seguía vedado para los extranjeros y los tibetanos oponían todas las dificultades posibles al paso de los forasteros …. lo que no hacía sino incrementar el deseo de éstos de romper las barreras y visitar el país prohibido. El austríaco Herbert Tichy (1912-1987) en 1937 tuvo que disfrazarse de pobre peregrino indio para poder acceder a la zona y realizar la khora. Desde Diraphuk gompa, situado al norte de la montaña, fascinado ante la majestuosidad de la cara norte del pico iluminada por el sol poniente y unos monjes en oración, disparó su cámara fotográfica a escondidas. O eso creía él, porque fue descubierto y llevado a presencia del Garpon, la máxima autoridad en todo el Tibet Occidental, hombre acostumbrado a tratar con ingleses debido a su cargo, que, casualmente, se encontraba en el monasterio realizando él mismo la khora. Tichy, de tez clara, ojos azules y cabello rubio (aunque lo llevaba teñido de negro profundo como parte de su disfraz), consiguió salir airoso de la comprometida situación, convenciendo al Garpon de que en realidad había utilizado unos prismáticos (y, obviamente, regalándoselos). Tichy conservó la cámara y la fotografía que obtuvo muestra a un peregrino en oración ante la montaña y se ha convertido en una de las más icónicas imágenes de toda la historia de la khora20.

Figura 8 - La icónica foto de la cara norte del Kailas obtenida por Herbert Tichy


Pero, como no podía ser de otra manera dado el importante significado religioso que el Kailas y el Manasarovar tienen en la religión hindú, uno de los principales expertos y más reconocidos autores sobre la montaña sagrada, los lagos y sus alrededores fue el indio Swami Pranavananda (1896-1989). El Swami visitó por primera vez el Kailas en 1928 y posteriormente retornó en varias ocasiones durante los años siguientes. Recorrió y exploró la región en todas direcciones. Según confesión propia realizó veintitrés khoras del Kailas y veinticinco del Manasarovar. En 1936-37 y 1943-44 pasó muchos meses en Trugo Gompa, el monasterio situado en la orilla sur del Manasarovar mientras exploraba y viajaba por la región. Llegó a tener un pequeño barco a vela equipado con motor y que lanzó en varias ocasiones en el lago sagrado con el fin de recorrerlo y realizar sondeos. El Swami tenía también una formación científica y era una inusual combinación de hombre religioso e investigador científico. Amasó un conocimiento enciclopédico sobre la región Kailas-Manasarovar, que plasmó en una serie de libros destinados principalmente a los peregrinos, con todo tipo de detalles prácticos. Constituyen una verdadera guía de viaje en el sentido moderno del término, describiendo detenidamente hasta 14 rutas distintas de peregrinación desde la India, Tibet, Nepal y Cachemira, listando las distancias intermedias, las dificultades del camino, y los puntos de interés. Da consejos sobre la alimentación, vestimenta, época de realización del viaje, cuidados para la aclimatación a la altitud, etc. Además, fruto de su curiosidad científica, también comenta sobre la geología de la región, sus habitantes, la religión, sus medios de vida, sobre el congelamiento y descongelamiento de la superficie del Manasarovar…. Una imagen de su importancia como autor y reconocido experto en la región lo da el hecho de que su último libro, Kailas-Manasarovar, editado en 1949, fue prologado por Jawaharlal Nehru, en aquel momento el primer Primer Ministro de la India independiente y una de las figuras políticas de mayor proyección de la época21.

Probablemente el último occidental que visitó la región fue Anagarika Govinda (1898-1985) en 1948 que dejó testimonio de sus viajes por éste y otros destinos en el Tibet en el varias veces reeditado y traducido El camino de las nubes blancas22. El ejército chino invadió el Tibet al año siguiente, cambiando las reglas para siempre. Hasta los años 80 del siglo XX no se reabrió el país permitiendo de nuevo la llegada de peregrinos indios y viajeros occidentales a la región del Kailas23.


Mi khora

Llevo recorriendo la khora del Kailas desde hace varias horas. He salido esta mañana de Darchen, al sur de la montaña y, siempre en el sentido de las agujas del reloj, me he encaminado hacia el oeste, hacia el valle del Lha Chu (Chu es arroyo en tibetano) en el que me encuentro en estos momento; he dejado a mi derecha el Kangni Chorten (o Puerta del Kailas) una pequeña construcción sobre dos paredes simbolizando la entrada a la khora, he visitado el monasterio de Choku Gompa, he pasado por dos lugares de postración, he caminado junto a otros peregrinos, me he cruzado con adeptos de la religión Bon que hacían la khora en sentido contrario, he intercambiado sonrisas y amabilidades, estamos a los pies de la montaña sagrada, no serían aceptables comportamientos de otro tipo.

Figura 9 - Al comienzo de la khora. El pico sagrado desde el Kangni Chorten
Foto: José Bacelar

El pico no se ha dejado ver en todo el día, las paredes circundantes lo ocultan y las nubes que lo envuelven han completado el trabajo. Voy acercándome al norte de la montaña, doblando la esquina noroeste. Al cabo de unos cientos de pasos más, tengo delante la cara norte del Kailas, un murallón vertical de 1.800 m. ¡Cuántas veces he imaginado este momento! Han sido años de espera. Casi ni pestañeo. No quiero perder ni un instante de esta perspectiva. No ceso de repetírmelo: ¡l-a c-a-r-a n-o-r-t-e d-e-l K-a-i-l-a-s! La emoción me asalta, un instante los ojos se me nublan, me sorprendo a mí mismo. Quizá los humanos guardamos reservas desconocidas de emoción que rompen las barreras ante un hijo, un ser querido, una situación, una circunstancia.

En los muchos años de lecturas, en las muchas fotografías y en los muchos relatos de otros viajeros nunca he visto ni leído nada sobre la base de la pared, oculta tras una pequeña elevación del terreno. Y decido acercarme, me parece alcanzable desde donde me encuentro. Tengo que trepar con soltura, el sol hace horas que pasó su cénit. Soltura es una palabra poco descriptiva del parsimonioso ritmo de mis pasos, estoy a 5.000 m de altitud.

Tras la elevación del terreno, hay otra y luego otra y otra más. Una tormenta de verano me acecha y tengo que refugiarme bajo una roca. Pero al fin se desvela la base de la pared. A la luz mortecina del atardecer vislumbro un pequeño glaciar (o quizá un gran montón de nieve y hielo) que parece brotar de la misma base de la montaña y que recoge las rocas y la nieve caídas desde la altura. El lugar en el que me encuentro está repleto de pequeños montones de piedras levantados por los peregrinos que me han precedido, un pequeño bosque de fe. Hoy he alcanzado un sueño. Pero no me puedo entretener. La luz se acaba y mañana me espera el Dolma La.

Figura 10 - La cara norte completa del Kailas
Foto: Juan Miguel Ramos

Durante la noche truena, llueve y nieva pero la mañana es resplandeciente. La cara norte, vestida de la nieve recién caída, brilla con fuerza inusitada con el sol naciente. Ante semejante visión, uno piensa que no es extraño que los hombres asignaran a esta montaña propiedades especiales. Me siento agradecido a aquellos primeros viajeros; gracias a ellos hoy me encuentro disfrutando del espectáculo.

Figura 11 - La cara norte del pico sagrado al amanecer
Foto: Juan Miguel Ramos

Para cuando me pongo en marcha, la corriente de peregrinos es ya un constante fluir. El frío es intenso, el arroyo está helado, el sol no llega aún al fondo del valle. A lo largo de las horas siguientes comparto caminar con gentes que provienen de distintas regiones del mundo tibetano, khampas del este, nómadas golok del nordeste, nepalíes del sur, ladakhíes del oeste y, de otros lugares más lejanos, una japonesa piadosa de más al este, un grupo de indios de más al sur y un puñado de occidentales de más al oeste. Todos envueltos en un discurrir multiétnico, multicultural, multirreligioso, multilingüe, multinacional. La mayoría de los locales van vestidos con sus ropas tradicionales, algunos incluso engalanados de seda (¡la peregrinación a la montaña lo merece!), otros con ropas occidentales o con raídas casacas del ejército chino. Con molinos de oración y rosarios budistas en las manos. Me hablan, me sonríen, me animan, me quieren llevar la mochila, me ofrecen comida, ….. me dejan atrás, con mi pesado macuto y mis piernas lentas.

Pero voy ganando altura y acercándome al collado. Hace tiempo ya que camino entre piedras y nieve caída la noche anterior. Paso junto a Silwatsel, el depósito de objetos personales en el que todo peregrino deja, abandona un trozo de tela, un mechón de cabello para establecer un vínculo con este sagrado lugar. Y más arriba, junto al paso, la Piedra de Dolma, un enorme pedrusco ante el que los peregrinos se inclinan, rezan y llenan de ofrendas.

Y, por fin, el collado, el Dolma La, cima física y espiritual de esta ruta, 5.660 m, y, probablemente, uno de los lugares más sagrados de toda Asia. El Kailas no es visible. El lugar está tapizado de banderas de oración, en realidad, todo el espacio es como si fuera una inmensa bandera en la que los seres humanos que alcanzan este punto se despojan de su pasado y nacen al otro lado como seres nuevos. Es incesante el fluir de peregrinos, solos, en grupo, en familia, con niños a la espalda o de la mano, a pie, con yaks o caballos, rezan, se concentran, prenden nuevas banderas de oración, comen…. Me quedo a la vera del estrecho camino intentando absorber esta emocionada corriente de sensibilidad y espiritualidad humanas ¡Qué lejos parecen aquí las mezquindades y egoísmos que amontonamos en nuestras vidas diarias!

Figura 12 - En el Dolma La
Fotos: Juan Miguel Ramos

El tiempo es corto, se acaba, el viento es frío, la luz va menguando y me espera una larga caminata hasta el campamento. Dolorosamente me separo del collado, pero marcho reconfortado y animado.

Tres días después me encuentro en la orilla sur del lago Manasarovar, caminando hacia el monasterio de Trugo Gompa, cerca del cual estoy acampado. Vengo en busca del rastro del Swami Pranavananda, que residió durante muchos meses en este lugar mientras recorría y exploraba exhaustivamente la región. El monasterio era y es budista y el Swami era hindú. Aquí no hubo ni hay conflicto entre religiones. El abad está de viaje y la comunicación es difícil con los monjes jóvenes. Me enseñan un montón de piedras apiladas que vagamente pueden recordar a las paredes del cobertizo en el que el Swami guardaba su barca, pero en realidad pueden ser cualquier cosa. Se me acerca el ayudante del prior ausente para decirme que han oído hablar de un hindú que residió en el monasterio pero que no saben nada de él ¡ni siquiera su nombre! En su descargo no hay que olvidar que, además de la más de media docena de decenios que separan la estancia del Swami y nuestra presencia hoy aquí, toda esta región, como el resto del Tibet, lleva años recuperándose de la devastación que les sobrevino con la Revolución cultural china (1966-1976) y los excesos destructores de sus fanatizados guardias rojos, que asolaron numerosos monasterios y arrasaron incontables tesoros artísticos e históricos. Probablemente este mismo monasterio de Trugo Gompa, a pesar de encontrarse a varios miles de kilómetros de Pekín, corrió la misma suerte y lo que contemplamos hoy sea una reconstrucción.

También me comenta el segundo del monasterio que el prior está muy interesado en estrechar los lazos con los peregrinos indios que llegan al lugar pero que no ha tenido mucho éxito hasta el momento.

Guardo en mi mochila un ejemplar del último libro del Swami, repleto de consejos para guiar y orientar el alma y el cuerpo del peregrino a esta región y que me ha acompañado en mi deambular por la zona.

Figura 13 - Entrega del libro del Swami Pranavananda, Kailas-Manasarovar, al ayudante del abad de Trugo Gompa. De izda. a dcha.: J M Ramos, el ayudante con el libro entre las manos, J Bacelar
Foto: VL

Y en un instante tomo la decisión de ayudar a revitalizar su memoria y contribuir al deseo del prior de fomentar los contactos con los peregrinos indios, regalando el libro al monasterio. Escribo una corta dedicatoria, unas palabras, confiando que el abad pueda comprenderlas o que, quizá, otros peregrinos, buscadores como yo, puedan leerlas.

Con un libro comencé mi peregrinación al Kailas y con un libro la termino.

¡Tashi Delek! (**)





Notas

(*) Diferentes fuentes ofrecen diferentes altitudes. Se incluyen aquí los datos más habituales.
(**) Tradicional saludo tibetano de felicidad y buena suerte.



Referencias

1 SNELLING, JOHN. The Sacred Mountain, East-West Publications, 1990, 2ª ed., p. 21
2 THUBRON, COLIN. Hacia una montaña en el Tibet, RBA Libros, 2012
3 GOVINDA, Lama ANAGARIKA. El camino de las nubes blancas, Editorial Eyras, 1981, pp. 287-289
4 SNELLING, JOHN. The Sacred Mountain, cit., pp. 48-49
5 PRANAVANANDA, SWAMI. Kailas – Manasarovar, Swami Pranavananda, 1983, 2ª ed. (1949, 1ª ed.), p. 7
6 MCKAY, ALEX. Kailas Histories; Renunciate traditions and the Construction of Himalayan sacred geography, Brill, 2015. Constituye una de las tesis principales del libro. Ver, p.ej., pp. 53-60
7 MCKAY, ALEX. Kailas Histories. cit., pp 66-75
8 GOVINDA, Lama ANAGARIKA. El camino de las nubes blancas, cit., pp. 290-291
9 MCKAY, ALEX. Kailas Histories. cit., pp 81-82
10 HEDIN, SVEN. Transhimalaya; discoveries and adventures in Tibet, The MacMillan Company, 1909-1913, 3 vols.
11 MCKAY, ALEX. Kailas Histories. cit., pp 301-303
12 SNELLING, JOHN. The Sacred Mountain, cit., p. 45
13 PRANAVANANDA, SWAMI. Kailas – Manasarovar, cit., p. 21
14 TICHY, HERBERT. Hacia el trono de los dioses, Editorial Labor, 1953
15 VV.AA., Atlas de los Exploradores españoles, geoPlaneta y Sociedad Geográfica Española, 2009, 1ª ed., pp. 111-112;  ALAY, JOSEP LLUIS. Embajador en la corte del Gran Mogol, Editorial Milenio, 2006, pp. 39-51
16 ALLEN, CHARLES, A mountain in Tibet, André Deutsch, 1982, pp. 43-55
17 SNELLING, JOHN. The Sacred Mountain, cit., pp. 79-86
18 HEDIN, SVEN. Transhimalaya; discoveries and adventures in Tibet, The MacMillan Company, 1909-1913, 3 vols., Vol. 2, pp. 133-143
19 HEDIN, SVEN. Transhimalaya; cit., pp. 189-203
20 TICHY, HERBERT. Hacia el trono de los dioses, cit., pp. 139-160
21 PRANAVANANDA, SWAMI. Kailas – Manasarovar, Swami Pranavananda, 1983, 2ª ed. (1949, 1ª ed.)
22 GOVINDA, Lama ANAGARIKA. El camino de las nubes blancas, Editorial Eyras, 1981
23 SNELLING, JOHN. The Sacred Mountain, cit., p. 327













Comentarios

  1. Magnífico relato. Riguroso en lo histórico y científico, emotivo en lo personal y espiritual. En el subyace un canto a la tolerancia, que adorna las religiones asiáticas, con esas largas colas de peregrinos, en todas direcciones, de distintas religiones y etnias, compartiendo un mismo símbolo, sin que nadie lo sienta más suyo, que de los demás. ¡Cuánto que aprender!
    Juan Miguel, que envía. Escribe más.

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Muchas gracias. Celebro que te haya gustado. Efectivamente, la tolerancia religiosa siempre ha existido en el Himalaya. En el Nepal coexisten sin conflictos desde hace muchos siglos hinduistas y budistas. En Lhasa y en Ladakh, áreas de clara predominancia budista, también han existido colonias de musulmanes. Pero no sólo coexistían: Lapchak, la caravana que antes de 1950 enviaba trienalmente Ladakh a Lhasa para rendir pleitesía al Dalai Lama, estaba dirigida por musulmanes. Un buen ejemplo de integración de culturas. Muchas gracias y saludos

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