El sagrado Tsari y su Montaña de Cristal Puro


 

En el imaginario tibetano el solo nombre de Tsari evoca la idea de lo extraordinario. Es un territorio santo, mágico, dominio de abundantes deidades y, sobre todo, cargado de energía positiva y poder espiritual (chinlab) donde lo imposible se hace posible. Por todo ello ha atraído históricamente a miles y miles de peregrinos budistas y bonpos procedentes de todos los rincones de la Tibetosfera. 

El tibetólogo y antropólogo Toni Huber presenta en este estudio, publicado ahora en castellano con mi traducción, una reconstrucción etnohistórica de las peregrinaciones a Tsari y su sagrada Montaña de Cristal y de los rituales que acompañaban a su culto, así como de la vida espiritual y civil en este excepcional santuario.

Montañas neri en Tíbet


El pico nevado Dakpa Sheri (5735 m.) es una de las montañas consideradas neri, o montañas morada de las deidades meditacionales, en el contexto tántrico tibetano. De hecho es reconocida como el principal ejemplo de este tipo de montañas, y también como el más difícil y peligroso de todos los numerosos lugares sagrados de Tíbet.

Huber nos introduce en la visión tibetana de la peregrinación a las montañas nerí, que entremezcla los elementos indígenas prebudistas del culto a los yul-lha o deidades locales con las tradiciones tántricas de origen índico de las deidades meditacionales o yidam adaptadas ya a las religiones tibetanas "oficiales" (el Budismo Vajrayana y el Yungdrung Bon). 

Sigue la estela de los superhéroes y yoguis tántricos que "abrieron" la tierra de Tsari y elaboraron mapas narrativos de la montaña desde el siglo XVI, y presenta el concepto mandala de organización del espacio para explicar la geografía sagrada de la montaña y sus territorios adyacentes. 

En la cosmovisión tibetana la montaña en sí misma es un gran palacio mandala, representado como un gran altar relicario o chorten de cristal, en cuyo Khacho -o zona pura-, residen las deidades meditacionales elegidas Khorlo Dompa y Dorje Pagmo y sus séquito de héroes divinos y viajeras celestiales (khandroma).

Pintura tibetana en pergamino de la Montaña de Cristal Puro


Esta morada sagrada y sus alrededores, saturados de energía transformadora, atrajeron el interés de diversas escuelas budistas (en especial la Nyingma, la Drukpa Kagyu y la Drikung Kagyu), y posteriormente del propio Estado tibetano, que ejercieron el patronazgo sobre el santuario. Las élites civiles y religiosas se encargaban de organizar los rituales de culto a la montaña y de velar por el cumplimiento de las prescripciones destinadas a que las deidades no fueran perturbadas, como la prohibición de cultivar o cazar en la zona.

Pema Karpo (1527-1592), polímata Drukpa que popularizó con su guía la peregrinación de Tsari


De entre todas las actividades rituales: festivales comunitarios, yoga Rephu, circuitos cortos de peregrinación, etc,, uno sobresalía sin rival: la gran peregrinación Rongkor Chenmo o Gran Circuito de los Desfiladeros, que se celebraba cada doce años en el año del mono tibetano. Esta gran procesión atraía innumerables peregrinos de todo el universo cultural tibetano (más de 20000 en sus últimas ediciones de 1944 y 1956), que durante unas tres semanas rodeaban la Montaña de Cristal en el sentido de las agujas del reloj.
Gran Circuito de los Desfiladeros (Rongkor Chenmo)



Procedentes de Chikchar, los peregrinos levantaban un multitudinario campamento en la gran Llanura Mandala, junto a Migyitüm —última aldea antes de la frontera—. Desde allí, la ruta abandonaba la meseta tibetana para adentrarse en las boscosas y húmedas gargantas del Himalaya oriental, pobladas de una vegetación exuberante y de una fauna desconocida para la mayoría de los tibetanos. A este entorno hostil y misterioso, accesible únicamente a pie, se sumaban las lluvias constantes, las temperaturas inusualmente altas para la media tibetana y, sobre todo, la inquietante amenaza de las poblaciones tribales que habitaban aquellas tierras.
 
Antiguo monasterio de Chikchar


Estas poblaciones hablantes de lenguas tibeto-birmanas eran denominadas Lopa por los tibetanos, término con una fuerte carga peyorativa que significa bárbaro o salvaje1. Los grupos tribales exigían un pago a los tibetanos por atravesar su territorio y, si no quedaban satisfechos, atacaban a los peregrinos con sus tácticas de emboscada perfectas para el terreno en que se desarrollaban. 

Grupo Merongwa Lopa (posiblemente Mra)

  

Tal amenaza era muy temida y tenida en cuenta por los tibetanos, que eran conscientes de la necesidad de llegar a un acuerdo con los Lopa si querían garantizar la seguridad de la procesión. Por esta razón el gobierno del Ganden Phodrang en Lhasa se implicó directamente en el asunto organizando un tributo para las tribus que se escenificaba y adquiría validez a traves del ritual denominado Lodzong. Justo antes de la salida de la procesión se entregaban los pagos a los grupos tribales (previamente negociados por sus jefes y funcionarios del gobierno tibetano), y los guerreros cumplían el juramento de no atacar a los peregrinos a su paso por territorio Lopa. Este ritual cumplía también la función de legitimar al Estado budista tibetano y de subrayar su poderío ante sus fieles.

  

Sacerdote tribal Khalo de Charme (probablemente Nah)

 

Aun cuando el acuerdo funcionaba y no era quebrantado por los guerreros, las condiciones del viaje resultaban extremadamente penosas para los peregrinos, que durante el trayecto sufrían el tormento de los interminables riscos, el rigor del clima adverso, el riesgo de despeñarse por los barrancos, el hambre y la extenuación física. 

Sin embargo, todo ello era aceptado de buen grado por los devotos, conscientes de los beneficios que la peregrinación les proporcionaba. Siempre que se mantuviera la actitud ritual adecuada, el simple contacto físico con la tierra sagrada les imbuía de una potentísima energía positiva transformadora. Este chinlab, del que se impregnaban, eliminaba todas las contaminaciones kármicas y pecados que se hubieran podido cometer y limpiaba incluso los crímenes más horrendos2. La muerte en peregrinación, incluso, significaba el avance directo a un campo búdico o al cielo.

El autor nos presenta las distintas visiones y significados que la experiencia de peregrinación tenía para los muy diferentes tipos de personas que la hacían suya: yoguis tántricos, clérigos instruidos, simples campesinos, nómadas, bandidos o incluso asesinos en busca de redención, etc.; así como la marcada desigualdad entre hombres y mujeres, y las limitaciones que estas enfrentaban a la hora de acceder a las zonas más "puras" o sagradas.

El Estado tibetano se ocupaba de organizar una red de refugios o tsulkang, donde los peregrinos podía descansar mínimamente o recuperarse si estaban enfermos. Al frente de estas casas de reposo estaban los tsulpa, guardianes conocedores de la ruta y de la historia de Tsari que atendían a los devotos y amenizaban su estancia con relatos sobre santos y personajes relevantes que visitaron Tsari en el pasado. 

Ruinas de un tsulkang o refugio para peregrinos

 

 Los peregrinos descendían por el Tsari chu hasta su confluencia con el Subansiri y, remontando luego este valle fluvial, alcanzaban el lugar sagrado de Takshing3, donde habitaba el principal protector de campo de Tsari —Tsari Shingkyong, con su rostro de león— en un árbol gigantesco. Más tarde llegaban al lago sagrado Phodrang Yumtso y, desde allí, se dirigían al pueblo de Yume, donde se daba por concluido el Gran Circuito de los Desfiladeros.

Phodrang Yumtso donde se encuentra el Gran Palacio del Lago Turquesa

 

Muchos llegaban a Yume agotados, deshidratados y hambrientos. El gobierno de Lhasa, secundado por algunos nobles, organizaba envíos de raciones de comida, transportadas en caballos y mulas, hasta este punto de llegada. Estos envíos ayudaban a recobrarse a los necesitados peregrinos, a muchos de los cuales aún les esperaba un largo y duro viaje hasta alcanzar sus hogares.

  

Vista de Yume desde el sendero de peregrinación


 Allí eran recibidos como héroes, y sus paisanos los tocaban y les pedían algún pequeño recuerdo (una piedra, un poco de tierra, agua, bambú, entre otros), esperando obtener al menos un poco del sagrado chinlab, del que los recién llegados y aquellos humildes objetos se hallaban ahora impregnados.

Esta gran procesión se interrumpió súbitamente con la invasión china y la conversión de la zona en un territorio en disputa entre India y China, cuyo punto álgido fue la guerra sino-india de 1962. 

Toda la vida de Tsari experimentó una transformación radical que puso fin a siglos de dedicación exclusiva a su dimensión sagrada y espiritual. Como muestra finalmente el autor, fueron precisamente el carácter sagrado de la región y el sistema de culto y peregrinaciones que allí tenían lugar los que hicieron posible la vida permanente de los tsariwas en un entorno donde, de otro modo, esta habría resultado inviable.

En este fascinante estudio Huber recupera, antes de que caiga en el olvido, el mayor y probablemente más importante acontecimiento de peregrinación desde el punto de vista tibetano, y nos sumerge en la excepcional vida cotidiana que experimentaba una de sus más poderosas tierras santas hasta su abrupto encuentro con la modernidad a mediados del siglo pasado.

Notas: 

Estos grupos eran los conocidos actualmente como Bangru, Nah y Mra, que habitan en la parte septentrional del estado indio de Arunachal Pradesh y, unos pocos grupúsculos, en la cara tibetana de la frontera.

2 Da idea de esta potencia el hecho de que un Tsari Rongkor se consideraba suficiente para limpiar cualquier tipo de crimen, mientras que, por ejemplo, se recomienda realizar trece circuitos del lejano monte Kailash para logarlo.

3 Taksing o Takshing es la pricipal población de los Nah, en el distrito del Alto Subansisri del estado indio de Arunachal Prades.


 


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Contacto:

Santiago Lazcano
email: khawachenbod [at] gmail.com

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